Soñadora de corazón espero estés muy bien.
¿Cuántas veces has leído o escuchado que procrastinar es un gran enemigo de la productividad? Bueno hoy quiero contarte que esto no siempre es verdad, y es que soñadora sabes que no me gusta ver en blanco y negro todo el escenario cuando hay tantos matices de grises en el medio, si aprovechas al máximo la forma en la que procrastinas puede ayudarte a maximizar tu creatividad y potenciar la productividad del día.
“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”
Procrastinar no implica no hacer nada, de hecho, los procrastinadores somos las personas más activas del mundo ya que hacemos de todo menos la tarea que deberíamos hacer. Es un mecanismo que nos da tiempo a pensar y actuar mejor…
Por definición, la Procrastinación “es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes pero que nos son más agradables”.
A veces es necesario sentir un poco de presión, ¿te pasa que cuando queda poco tiempo para que finalice nuestro plazo de entrega es cuando damos lo mejor de nosotros mismos?
Procrastinar puede darnos un tiempo para pensar, interrumpiendo una tarea podemos darnos cuenta de que no estábamos tomando el camino correcto o que simplemente no es para nosotros. Distanciarnos de un trabajo es importante para verlo desde otra perspectiva. Fomenta nuestra creatividad, distraernos de tareas produce innovación estableciendo asociaciones novedosas de ideas y conexiones entre temas de interés particular. Da un tiempo de diversión, dedicar un tiempo a las actividades que nos hacen felices nos permite ser más productivos. La cuestión es que no nos excedamos y no olvidemos nuestras otras responsabilidades.
En definitiva, lo importante es que procrastinar no repercuta negativamente en nuestras vidas. Podríamos decir que básicamente hay dos maneras de procrastinar: vagueando u ocupándote de otras tareas que no son urgentes en este momento.
Procrastinas al hacer otras tareas que -aunque sean necesarias y productivas- no son lo que tienes que estar haciendo ahora mismo. Lo bueno que tienen es que, como te mantienen muy ocupado y ves buenos resultados (como un armario ordenado, un email contestado…) Además, al llegar la noche puedes decir orgulloso “¡Uuuf qué cansado estoy, es que no he parado en todo el día eh!”. Incluso darte algún que otro caprichito.
Procrastinar permite dedicar tiempo y energía a tareas más importantes y creativas. Como explica John Perry en su libro La procrastinación eficiente, mientras no hacemos lo que deberíamos hacer, podemos llevar a cabo otras tareas que nos gustan más y que nos salen mejor, y que son a las que de verdad queremos dedicar las mejores horas del día. Nos da tiempo para acometer trámites y gestiones que no haríamos si ese trabajo pendiente no nos amenazara. Como, por ejemplo, pedir hora en el dentista, comprar billetes de tren o avión para tus próximas vacaciones o, para quien trabaje desde casa, regar las plantas, limpiar las estanterías, planchar las camisas… Cualquier cosa vale.
John Perry cree que el perfeccionismo lleva a la procrastinación. Y no al contrario. Aunque el perfeccionismo del que habla es una fantasía, no una realidad. Estas fantasías nacen de la idea de que el procrastinador piensa “erróneamente”, que ser perfeccionista entraña haber completado tareas a la perfección.
A veces no procrastinamos porque nos dé pereza ponernos a trabajar (o no sólo por eso), sino porque necesitamos tiempo para organizar nuestras ideas y saber qué queremos decir y cómo queremos decirlo. Una vez tenemos esas ideas en orden podemos ejecutarlas de forma más rápida y con mejor resultado. Frank Partnoy, autor de Wait: The Art and Science of Delay, recomienda esperar el máximo tiempo posible antes de tomar una decisión, para poder procesar toda la información de la que disponemos y no tomar decisiones inconscientes antes de poseer todos los datos.
Es importante dedicar tiempo (incluso en la oficina) a otras actividades. Hay relajarse y contar con periodos de descanso. El hecho de acceder a otros campos que no son nuestra especialidad (y que no tienen que ver con nuestro trabajo) nos permiten generar más ideas y ser más creativos; esos ratos de diversión nos ayudan a ser algo más felices. Y si somos más felices, también somos más productivos.
Procrastinar nos recuerda que el trabajo no es lo más importante del mundo. Vivimos en una sociedad que nos forma y entrena desde niños con el objetivo principal de conseguir un buen empleo. Pero en la vida hay muchas otras cosas y es importante ponerlas en contexto. Sí, necesitamos un sueldo. Y puede que nos guste lo que hacemos para conseguirlo. Pero no creo que nadie recuerde en su lecho de muerte aquel informe de gastos que le salió tan bien y que entregó dos días antes de la fecha límite.
La procrastinación tiene su lado bueno y su lado malo y si no se la frena a tiempo puede volverse crónica. Si el motivo de aplazar las cosas es para prepararse o para verdaderamente buscar inspiración para una tarea, adelante, úsala. Pero si solo es un pretexto para no hacer algo que te aburre o desagrada, es mejor que lo pienses bien ante de hacer de hacer de ella una costumbre.
¿Te gusta procrastinar? Te leo…
¡INSPIRATE, VISUALIZA Y LOGRA!
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